Amor
mío, ¿Por qué te has ido? No me dejaste pista de como sacarte de mis sesos.
Volando en mis pensamientos busco la razón de el por qué extraño tus gritos,
tus insultos y todos esos momentos tan inolvidables. Tu voz era un cántico
desgarrador que es sacado del purgatorio. Amaba las incoherencias con
las que me despertabas cada mañana.
El
olor de tu ropa abandonada en el rincón me hace recordar a la comida olvidada
en el refrigerador. Te quedaba bien ese pantalon azul y se veía mejor cuando
descansaba en tus tobillos. No puedo negarlo, eras la mejor persona, en temas
de sexo, que jamás había conocido. Son tan memorables tus posiciones, tus
juguetes y tus ocurrencias, como cuando me pediste que invitará a la intimidad
a mi amigo que vive en un rancho y aparte, me recalcaste que querías su sombrero ranchero y a su fiel equino.
Todo
esto no se comparaba con lo impactado que me dejaba tu sapiencia y tu razón en
temas banales y tan simples como el decidir que suéter deberías de
comprar para tu mascota. A mis amigos les he jurado que traté de educarte. Tu
infinita ignorancia me hacía sentir responsable de tu cuidado y prever tu futuro. Nada funciono.
Parecía que estabas destinada a ser la persona que hace brillar a las demás.
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