Aún siento lo estragos de la noche. Ya es como mediodía y
todavia me duelen los ojos. Como si un puñado de
alfileres estuvieran dentro de mis parpados. Siento la
cabeza como si me fuera a explotar y lo peor de todo padezco la maldita secuela moral.
No recuerdo muy bien qué pasó. Es confuso, pero de algo sí estoy
seguro: me hice de un secreto. Un maldito secreto. Siento un poco de
arrepentimiento pero tengo que fingir. Para mí es algo normal.Aparentar a
diario es un recurso para sobrevivir en esta sociedad.
Tengo que
alistarme para esta noche. Debo trabajar. Para mí la musica es todo. Hoy toco y tengo que estar a tono. Ya tengo todo planeado.
En la tarde visitaré a Ghon. Es un hombre como cualquier otro del ambiente. Con
su peinado a la Chaplin y sus lentes cuadrados y obscuros. Me recuerdan el
abismo al que caigo y aparatosamente me hacen ver la realidad. Una realidad
bizarra.
Él me fabrica la gota de mi despertar mental. Esa pequeña impresión me lleva a las puertas del purgatorio, si es que me he portado mal, o me lleva redescubrir mi interior y me transporta a los jardines del Edén.
Tengo que estar a las ocho en el club para iniciar el viaje. Soy
residente en él, y ya mucha gente, de esa
que finge ser feliz, me espera para escuchar mis pensamientos que plasmo
en cada beat que reproduzco desde mis platos. Y yo, naturalmente, debo fingir
que me interesan cosas tan efímeras como a ellos. Esta es mi vida y es preciso mentirles
que aún soy normal, que no ha pasado nada, que todavía me gustan los perros, la compañía humana y todo lo que ella trae consigo. No sé cuánto
aguantaré hasta que explote y todo se vaya a la jodida.
Solo espero que Ghon esté ahí para devolverme a la verdadera
realidad, esa que no es esta, esa que no te juzga ni te señala, esa en la que
pareces estar muerto y ya nada importa.